La Asociación de Inspectores de Hacienda ha publicado un documento en el que se recogen 124 propuestas contra el fraude fiscal y de reforma de las administraciones tributarias, en paralelo a la publicación del Libro Blanco que recoge las sugerencias del Comité de Expertos en Materia Fiscal.
Seguro que muchos de los que estamos al otro lado de la mesa, lo que algunos inspectores denominan peyorativamente “el lado oscuro”, mostrando ya sus prejuicios hacia lo que tienen que comprobar; estamos de acuerdo con muchas de esas 124 propuestas. Yo al menos he de reconocer que lo estoy.
Y lo estoy porque es un sentir general de los “fiscalistas a pie de obra” que los objetivos de recaudación se cumplen cada año doblando la presión sobre los contribuyentes “fáciles”, aquellos que tenemos todos nuestros datos controlados, en lugar de atacar de manera eficaz a esa economía sumergida que supone un verdadero lastre para el país.
No nos engañemos, jugar con las estadísticas es sumamente fácil. Y cuando nos dicen que la presión fiscal en España es muy inferior a la de la Unión Europea o la de los países de la OCDE, no no están contando la verdad completa.
Si en una familia de cuatro hijos se establece que deben colaborar en los gastos de la casa con 400 € al mes, cada uno debería aportar 100 € mensuales y diremos que la presión es del 25%. Pero si uno de ellos se escaquea y no aporta nada, y a cambio los otros tres tienen que aportar 133,33 € para llegar a los 400 €. Pero entonces el padre no puede decir que la presión fiscal es del 25%, porque la presión es del 33,33%. Y los 3 hijos que contribuyen están pagando la fiesta del que ese escaquea.
Y eso es lo que ocurre en España. Y lo corrobora el Informe de Competitividad Fiscal 2021 emitido por el Instituto de Estudios Económicos y de la Tax Foundation.
Por tanto, estoy convencido de que a todos nos gustaría que se impusiera la verdad, y que la tasa de esfuerzo fiscal fuera ciertamente del 25% en lugar del 33,33%.
Lógicamente, las 124 propuestas están redactadas desde el punto de vista de los Inspectores, como no podría ser de otra manera. Pero echo en falta en el documento una serie de compromisos por parte del colectivo, porque nada es absolutamente blanco ni negro, y en todas partes se cuecen habas.
Echo de menos varias propuestas que deberían ser fruto de una autocrítica y una autorregulación interna de la Agencia Tributaria, por ejemplo:
Una propuesta que diga que se eliminará la previa presunción de culpabilidad de todo contribuyente comprobado.
Una propuesta que pida que no se utilice la inteligencia artificial como si fueran bombas racimo en la comprobaciones del Departamento de Gestión Tributaria, porque cada notificación le supone al contribuyente muchas horas de preparación de la documentación requerida, y esas horas son coste de trabajadores para las empresas.
Una propuesta que controle, limite y castigue el abuso del principio de legalidad de los actos de la Administración. Porque no se pueden amparar gran parte de las comprobaciones en la tan manida frase de “no ha acreditado suficientemente” cuando se es consciente de que el contribuyente sí lo ha hecho, y luego los tribunales le acaban dando la razón, tras años de angustia y dinerales en asesores.
Una propuesta de que no se cambien los criterios interpretativos cada poco tiempo, porque esa inseguridad jurídica hace tremendamente complicada la creación de empresas, riqueza y empleo en España.
En el propio documento leo en varias ocasiones, y tienen razón, que hay que tener un acercamiento entre contribuyentes y Administración. Las que echo en falta, sin duda, acercarían a los Inspectores de Hacienda a los contribuyentes.
Aplaudo que pidan simplificar y acercar el lenguaje de los documentos administrativos al contribuyente. Ya lo pedía yo hace un año en mi post sobre la Agencia Tributaria y el poder de las palabras, en el que valoré positivamente que el Tribunal Económico-Administrativo Central me dijera en un procedimiento “Muchas gracias por su colaboración”.
Se me ocurre que un buen punto de partida sería una “lluvia de propuestas” desde ambos lados de la mesa. En lugar de ir lanzando propuestas cada uno por nuestro lado, seguro que sería más efectivo y beneficioso una mesa de trabajo conjunta donde los Inspectores de Hacienda, los Colegios Profesionales y las Asociaciones de Asesores Fiscales pudieran aportar sus opiniones y visiones sobre el sistema tributario español.
Estoy convencido de que de esa mesa saldría el verdadero Libro Blanco de la Fiscalidad Española.
Pero yo solo soy un obrero de la fiscalidad. Y dudo que la Ministra de Hacienda vaya a leer mi propuesta.