Vaya por delante que, a lo largo de mi vida profesional como asesor fiscal, he practicado muchas más veces la felicitación a funcionarios competentes y celosos de su buen trabajo, que poner reclamaciones por recibir un mal servicio. Creo en las personas y creo en la motivación que genera una felicitación por un trabajo bien hecho.
Dicho esto, es público y notorio que, a causa de la pandemia, del confinamiento, de la falta de recursos y de no sé cuántas cosas más, este año está siendo especialmente difícil conseguir una “cita previa” en multitud de oficinas de la Administración Pública. Hasta tal punto que no me extrañaría que algún fondo de inversión ya esté buscando la manera de poder especular con ellas sacándolas al libre mercado. Porque quien consigue una “cita previa” tiene en sus manos un tesoro de incalculable valor. Ha conseguido el derecho divino a sentarse frente a un funcionario público y ser escuchado, aunque sólo sea por unos minutos.
Y tras la ironía vienen mis lamentos. Tengo que realizar una actuación en un expediente de Dependencia de una persona con Grado III en Madrid. En las oficinas de la Calle Agustín de Foxá, 31. Una oficina donde diré que asisten unos técnicos realmente profesionales y empáticos con la dependencia y con nuestros mayores.
La cita previa en esta oficina sólo se puede pedir llamando al 012 o “presencialmente”.
Pues bien, tras un mes de interminables llamadas al 012, sin éxito alguno, decido desplazarme personalmente a la oficina para conseguir una cita previa.
Pero al llegar, un vigilante entreabre la puerta y me dice que si no tengo cita previa no puedo pasar.
Cuando le digo que precisamente voy a pedirla porque en el teléfono no me atienden, él amablemente me da un par de teléfonos nuevos y me dice comprensivo que “el 012 lo está haciendo fatal”.
Al día siguiente, como un niño con zapatos nuevos y creyendo que estaba a una llamada de conseguir la “cita previa”, una persona me atiende al otro lado del teléfono para decirme que sólo se están dando citas previas para Registro de Documentos. De modo que tendré que presentar un escrito en Registro diciendo que es lo que quiero y luego los técnicos valorarán si realmente merezco tener una entrevista con ellos.
Y me pregunto yo: ¿Esto es lo que estamos haciendo por nuestros mayores y nuestros dependientes? ¿Realmente no se puede hacer mejor?.
Y llego a la siguiente conclusión: Mientras las autoridades se empeñan en decirnos que intentemos reducir nuestros desplazamientos, evitar los contactos con no convivientes y el transporte público, así como que nuestros mayores son grupo de alto riesgo de la pandemia; las personas que tienen que gestionar la función pública, por no tener un servicio telefónico del Siglo XXI, hacen que nuestros mayores y no tan mayores se tengan que desplazar por Madrid, para que luego les devuelvan a su casa con un papelito y un teléfono, en el que luego tampoco le van a dar solución a su problema.
Ciertamente me parece indignante.
Indignante la situación, indignante el periplo de cualquier administrado e indignante que no haya unos gestores que se den cuenta de que cuesta mucho menos dinero a la ciudad y al país unos cuantos telefonistas que la atención sanitaria de un contagiado de Covid-19, a causa de haber realizado periplos totalmente innecesarios en busca de un funcionario que atienda sus necesidades, a las que legítimamente tiene derecho.