Seamos sinceros. Hemos vivido seguramente el peor año de nuestras vidas en muchos aspectos. Tanto en lo personal como en lo profesional. Hemos sufrido pérdidas de seres queridos, hemos visto sufrimiento a raudales por doquier. Ha habido días en que cada noticia que recibíamos era peor que la anterior. Y todo ello lo hemos tenido que vivir con la peor de las sensaciones que puede tener un ser humano, la incertidumbre sobre el mañana, que siempre viene acompañada del desasosiego propio de no controlar nuestras vidas.
Sé que muchas personas quieren olvidar este año 2020, y motivos no nos faltan para borrarlo de nuestra existencia.
Sin embargo, sería bueno aprender de lo vivido. Por un lado, para no volver a caer en errores pasados y por otro para enorgullecernos de cuanto hicimos bien en tan tremendo y desconocido entorno.
Y es que “no hay mal que por bien no venga”. Eso es lo que nos ha ocurrido a cuantos formamos parte del Club de Innovación de Despachos Profesionales. Un espacio en el que ya hace años que venimos demostrando con orgullo que la colaboración entre despachos no implica competencia ni pérdida de clientes en favor de un vecino, sino todo lo contrario, nos hace más fuertes ante un mercado maduro y atomizado. Nos hace más ricos como profesionales.
El Club de Innovación ha tenido su prueba de fuego en 2020 y la ha superado con matrícula de honor.
Recuerdo el momento en que, saliendo del V Congreso, mi buen amigo Rogelio Sanchiz propuso que hiciéramos algo para coordinar todos los despachos la respuesta a lo que se avecinaba por el Covid-19 y que todos desconocíamos.
Cada tarde y cada noche de webinar que vivimos desde que se decretó el estado de alarma fue una tremenda satisfacción como profesional. En cada una de ellas no podía dejar de pensar que, si en esas reuniones virtuales había aproximadamente 200 despachos con una media de 10 empleados por despacho, en realidad estaba asistiendo a una de las concentraciones de profesionales más grandes que se podía encontrar en España en estos momentos.
Seguro que todos hemos ayudado en este año a quienes hemos podido, en la medida de nuestras capacidades. Hemos hecho donativos, hemos perdonado deudas que tenían con nosotros. Hay miles de formas de altruismo y generosidad. Y los socios del Club de Innovación han demostrado su generosidad compartiendo sus conocimientos profesionales con otros compañeros que los necesitaban, haciendo así que el buen hacer haya llegado hasta empresas y trabajadores que se encontraban en dificultades y han logrado superar parte del bache gracias a la colaboración desinteresada de muchos profesionales. Posiblemente algunos trabajadores de una empresa de Toledo, Madrid o Barcelona hayan recibido puntualmente sus prestaciones por ERTE gracias a una idea que surgió en Zaragoza, Sevilla o Tarragona. La magia de la colaboración entre despachos.
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