Llevo más de 30 años dedicado a la profesión de asesor fiscal, a la que creo una noble labor de ayudar a las empresas a crear riqueza y empleo. En definitiva, a cumplir los sueños de sus creadores y a ayudar humildemente poniendo mi grano de arena en el progreso de la sociedad.
La suerte ha querido que me encontrara por el camino con un grupo de personas que han configurado un equipo fantástico, que ha aportado a nuestro proyecto los mismos principios y valores que me inspiraron desde los comienzos.
Intentamos ser los mejores en nuestro campo, ponemos toda la pasión por un trabajo bien hecho, y me consta que lo mismo ocurre en el entorno de muchos otros despachos profesionales que conozco.
Sin embargo, el mundo evoluciona a una velocidad de vértigo y esto es una obviedad. Y hace que se hayan desarrollado exponencialmente algunas disciplinas en la que antes no reparábamos, seguramente equivocados. Me refiero al marketing, a la gestión de la marca personal y a la de los despachos, más concretamente. Unas disciplinas de aplicación imperiosa en mercados masificados y muy competitivos.
Supongo que muchos titulares de despachos coincidirán conmigo en que hace unos años la labor comercial de los despachos, especialmente pequeños, no existía. Toda la actividad comercial pasaba por el “boca a boca” de los clientes. Un cliente satisfecho provocaba un efecto multiplicador recomendándonos.
Los tiempos cambian y nuestra forma acudir a comprar bienes y servicios también. Ahora es necesario, imprescindible, combinar el efecto natural de los clientes satisfechos con que se nos conozca en nuestro mercado. Algo a lo que no estábamos acostumbrados especialmente los asesores de empresa, ya seamos economistas o abogados.
Ante estos cambios de tiempo, no nos queda más remedio que aprender nuevas técnicas que complementen a nuestras especialidades. No basta con saber comunicar al cliente nuestros conocimientos cuando nos contratan, tenemos que saber comunicar también a la sociedad que estamos aquí y que estamos dispuestos a ayudar.
Aquí es donde nos convertimos en “el asesor asesorado”. Nos toca aprender nuevas disciplinas que se han convertido en esenciales para sobrevivir en un entorno de máxima competencia.
Debemos aprender a transmitir al mercado que estamos aquí, cuáles son nuestros principios, nuestros valores y nuestra disposición a ayudar, a ganarnos su confianza. En resumen, a construir una marca personal y una marca de despacho.
Sin duda un reto apasionante que nos saca de nuestra zona de confort para continuar creciendo, como personas y como profesionales. Lo digo desde la experiencia vivida y de la que tengo que agradecer a Francesc Domínguez de Barton Consultants, tanto como nos ha enseñado en estos meses de trabajo conjunto.
Hemos aprendido que el marketing es algo más profundo y enraizado de lo que a veces podemos pensar. El marketing empieza por algo tan íntimo como son los principios y valores de los titulares del despacho, para encontrar nuestra mejor versión y darla a conocer al mercado, a los clientes potenciales adecuados.