Recuerdo mi primer trabajo como auditor de Arthur Andersen. Me asignaron la revisión del área de inmovilizado de una gran multinacional. Al cabo de unas semanas nos avisaron que el socio de la firma asignado al cliente se pasaba a “revisar los papeles de trabajo”. El día de la revisión, mis nervios estaban a flor de piel: me había esforzado al máximo para que mi trabajo fuera perfecto.
Cual fue mi sorpresa cuando, no habiendo transcurrido ni cinco minutos, el socio, dirigiéndose a mi superior, dijo: “…¿Habéis revisado que tengan contratados y en vigor los seguros adecuados que cubran el valor del inmovilizado?”
Fue como una bofetada que me volviera de un lejano lugar y que me asentara a la realidad: no, no se había revisado ¡¡¡¡. Y el colofón del socio fue genial:
“… Podemos haber hecho un trabajo perfecto de análisis de valoraciones y amortizaciones, pero sin los seguros adecuados, mañana ésta empresa, ante un siniestro relevante, puede tener un grave problema que le haga desaparecer del mercado”.
Nunca se me olvidará este hecho. Y es que ¿se le da la importancia que merecen los seguros de empresa como herramientas previsoras relevantes en el análisis estratégico de la empresa? ¿Son conscientes los empresarios que, por muy bien que les vaya el negocio, por muy buena imagen y marca que tengan, por muy bien rodeado de un gran equipo profesional del que dispongan, deben cubrirse ante eventualidades no previstas que pueden producirse en un fatídico momento y que pueden variar en un segundo el futuro de su sociedad?
Mi opinión, en estos casi 30 años de experiencia, es que NO. Que los seguros son esos contratos que deben mantenerse porque alguien se lo dijo, porque unos asesores de empresas les recomendaron en su día que eran importantes o, lo que está de moda en los últimos tiempos, por el mero hecho de ser una parte más en las negociaciones con entidades bancarias como peaje al pago de unas condiciones financieras más atractivas de algún préstamo solicitado.
No: no le damos el valor que se merece, no invertimos tiempo para evaluar, no solo el hecho en sí ya relevante de crear una cobertura ante posibles imprevistos, sino en asesorarnos en buscar las condiciones de coberturas más adecuadas a nuestro sector y nuestra actividad.
¿Nos hemos detenido a pensar cuando dinero perderíamos cada día si, por algún imprevisto, nuestra actividad se detuviera por una causa extraordinaria ajena a nosotros y nos mantuviese dos semanas parados sin posibilidad de ingreso alguno?
¿O que ocurriría si un hacker informático penetrase en nuestro sistema, borrara todos los datos de nuestros clientes o, peor aún, suplantara nuestra personalidad y mandase a nuestros clientes la orden de redireccionar sus pagos a cuentas corrientes bancarias donde nosotros no fuésemos titulares?
¿Nos hemos planteado que, por algún infortunio, un cliente tuviera un accidente en nuestras instalaciones y quedase gravemente herida o, pero aún, muriese? Lo normal sería que sus herederos interpusieran una demanda y solicitasen una indemnización que, al menos, podría superar los 300.000 €.
Son ejemplos, extremos quizás, pero reales, sonsacados de nuestra realidad diaria como Asesores de empresas, que bien pudiesen producirse en algún momento en su negocio.
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