2020 ha demostrado una vez más la importancia de escoger un buen asesor. En periodos de incerteza, esta figura se ha convertido en imprescindible. ¡Cuántas empresas se hubieran ido a pique sin su asesor! Fuente: Emprendedores
El año 2020 se recordará como el año en que la COVID-19 cambió nuestras vidas a todos los niveles, para bien y para mal. Y en el asesoramiento jurídico y de firmas profesionales permanecerán en nuestra memoria esos 9 meses tan duros e intensos vividos por los asesores y sus clientes. Sin duda, han sido muy tristes, por las pérdidas humanas y económicas que hemos tenido, pero también han servido para estrechar los lazos…
La relación de confianza presente siempre con ellos se ha intensificado todavía más, llegando a límites impensables. Hay quien piensa que la función del abogado y del asesor ha sido muy parecida a la de los médicos, en cierto modo, solo que en los aspectos económicos y legales.
Recordemos marzo, abril, mayo, junio y hasta hoy. Las novedades legales se han ido sucediendo, a menudo difíciles de aplicar y entender, pero vigentes al fin y al cabo. No fue casualidad que el Gobierno considerara el asesoramiento como un sector esencial, porque lo es. Sin él, todo este difícil proceso no hubiera sido posible: han resuelto dudas, informado, tramitado muchos temas, y han acompañado a sus clientes en los momentos más duros. Han trabajado lo que no está escrito y se han dejado la piel sin tener en cuenta si era festivo, sábado o domingo.
El virus también ha traído muchos cambios en la forma de relacionarse asesores y clientes, y en la forma de trabajar. También en esto el sector legal demostró estar muy preparado tecnológicamente. Se adaptó con facilidad y continuó prestando sus servicios con la misma profesionalidad de siempre. Ha dado una lección magistral de lo que es estar cerca del cliente, para lo bueno y para lo malo, ofreciendo siempre el mejor servicio. Hay que decir que jamás los asesores habían recibido tantas felicitaciones de sus clientes. Y no palabras huecas, para quedar bien, sino que muy sentidas.
Después, cuando poco a poco se empezó a hacer una vida más o menos normal, en la “Nueva Normalidad” y valga la redundancia, las firmas se apresuraron a adaptar sus instalaciones para convertirlas en el lugar más seguro. Combinando el asesoramiento presencial con el virtual, y sin escatimar ningún medio para acercarse al máximo al riesgo cero de posibilidad de contagio.
Este otoño ha estado repleto de dudas y miedos. Y de nuevo, los asesores están llamando a la calma, afrontando los temas de cara, y de forma constructiva. Por todo ello, la elección de un asesor es un tema muy importante, y más ahora. Pero no es fácil. Elegir a un asesor en lugar de otro se convierte en un acto de confianza o casi diría de fe.
Al menos al inicio, un servicio de asesoría es un intangible donde existen una cantidad de detalles y conceptos que sencillamente debemos creer, mu- chas veces sin entenderlos.
A pesar de la crisis, continúan naciendo proyectos empresariales nuevos. No todo son cierres. Si las buscamos, en todos los escenarios, podemos encontrar oportunidades, y son precisamente los emprendedores los que lo hacen. Para empezar con buen pie, es fundamental que encuentren a “su asesor” o su “firma asesora”. Y para encontrarlo, ha de haber un proceso de seducción y enamoramiento, por ambas partes, si bien deberá ser el asesor quien más se esfuerce.
Hoy en día, para convencer y enamorar a un emprendedor hay que apelar mucho más a las emociones y a las imágenes que a los argumentos.
¿Cómo debe ser mi asesor?
Asesorar a un emprendedor que pone en marcha un nuevo modelo de negocio implica contar con profesionales con conocimientos multidisciplinares que puedan ofrecer un servicio jurídico y económico global.
Detrás de un caso de éxito de un proyecto emprendedor suele haber un buen asesoramiento, lo que incluye tener bien atados todos los ecos legales del negocio.
Pero, ¿sirve la asesoría tradicional para dar respuesta a este nuevo “cliente”?
El profesional que se disponga a asesorar a este tipo de proyectos tecnológicos/innovadores requiere de un conocimiento específico de ciertas áreas del derecho, pero también conocer las necesidades particulares del emprendedor, de manera que pueda dar solución y anticiparse a los distintos escenarios a los que se va a enfrentar el negocio. Su perfil debe ser tan disruptivo como el de los emprendedores a los que va a asesorar.
El perfecto consejero
Las competencias que debe cumplir un asesor que quiera sobresalir en el mundo emprendedor son:
1) Capacidad para predecir los cambios y evitar los problemas legales.
2) Mentalidad de innovador y emprendedor.
3) Ser rápido y ejecutivo en las respuestas y los consejos.
4) Saber rodearse de buenos profesionales, especialistas en sus ámbitos (fiscal, laboral, mercantil, propiedad intelectual, ayudas, financiación, planes de negocio…).
5) Foco en el cliente y en su crecimiento.
Finalmente, las tres preguntas que un emprendedor debería plantear en el “casting” de búsqueda de un buen asesor serían las siguientes:
1) Cómo asesor/firma, ¿por qué le interesa trabajar con nuestra empresa? (“Sabe algo de ella, de nuestro sector o negocio”).
2) ¿Qué ventajas o beneficios obtendré si trabajamos con su firma? (“No me explique todavía los servicios, solo hábleme de sus ventajas o aspectos diferenciales”).
3) ¿Qué información necesitará para elaborar una propuesta que se adapte a nuestras necesidades? (Con esta pregunta sabrá si la propuesta es estándar o a medida).
Espero que encontréis a vuestro asesor y os deseo muchísimo éxito en vuestro camino hacia el éxito: tanto a los emprendedores que iniciáis ahora vuestro camino, como a los que lo hicisteis hace unos años.
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