Ayer nos despertamos todos con la noticia de que el Gobierno ha enviado a Bruselas el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia con el que pretende convencer a Europa de que somos dignos merecedores de las ayudas que servirán para salir de la profunda crisis que ha producido el Covid-19 en nuestro país.
Procuro tener sentido crítico, y como no daba crédito a mi primera lectura, busque en varios periódicos, comprobando con estupor que todos utilizaban las mismas palabras, sacadas del famoso documento enviado a Bruselas, de modo que al coincidir todos ya podía pensar que no estaba ante una fake new ni ante intereses partidistas. Era la cita textual del documento en su página 341, que copio a continuación:
“Por otro lado, se incluye la paulatina desaparición de la reducción por tributación conjunta mediante el establecimiento de un régimen transitorio, debido a que genera un desincentivo a la participación laboral del segundo perceptor de renta (principalmente mujeres).”
Yo no soy un experto doctor en materia impositiva. Más bien me gano la vida como “obrero de la fiscalidad”, término que acuñó un grandísimo maestro y mejor amigo hace años y que nos define perfectamente a quienes intermediamos entre el contribuyente y la Agencia Tributaria a diario.
Pero siendo un ciudadano más de a pie sí tengo sangre en las venas, y hay cosas que me duelen, y le duelen a toda la población. En este caso concreto creo que hace más daño el argumento que usan nuestros gobernantes para erradicar un beneficio fiscal que el hecho en sí de la erradicación.
El hecho de pensar que una persona, hombre o mujer, mujer o hombre, va a renunciar a un puesto de trabajo, aunque sea con el Salario Mínimo Interprofesional, 13.300 € al año, 1.108,33 € mensuales en 12 pagas, a cambio de ahorrarse 100 € al mes en impuestos, es en sí mismo un insulto a la inteligencia de los ciudadanos y representa la poquísima confianza que tienen en aquellos a los que tienen que gobernar para llevar este país a buen puerto.
Y si añadimos que, según los autores del documento, son “especialmente mujeres” la cosa ya toma tintes dantescos. ¿Es esa la capacidad y la inteligencia que se le presume a las mujeres? ¿Renunciar a un crecimiento personal y profesional por 100 euros al mes?. Este humilde obrero de la fiscalidad tiene a las mujeres en mucha más estima y valor que lo que dice ese desafortunado Plan de Transformación.
Quizás sería bueno que empezaran por transformarse quienes lo han redactado y adecuarse al siglo en que vivimos.
Y quizás habría sido bueno también que, en lugar de dedicarse a insultar a las mujeres y a la población en general, hubieran hecho un análisis más profundo de las consecuencias de eliminar este beneficio fiscal. Porque muchas de las familias afectadas por la eliminación de la tributación conjunta son pensionistas, con un solo perceptor. Y con unas edades en las que difícilmente se les va a “incentivar” a reincorporarse al mercado laboral, permítaseme la ironía.
Hablaré de un caso concreto. Matrimonio de 80 años, ella con grado de dependencia III y sin recibir ninguna ayuda pública. Pensión digna de 1.500 € al mes. Toda la pensión y más se va en pagar los cuidados de ella.
La diferencia entre aplicar la tributación conjunta y la individual es de 3.610,11 € al año. 300 € al mes.
¿Se imaginan cuantas familias están en la misma o peor situación que la que acabo de describir?
Qué bueno sería que quienes han llegado a puestos de relevancia por méritos propios siguieran haciendo méritos para que todos estuviéramos orgullosos de ellos. En lugar de perder la conciencia de la realidad social y cometer barbaridades como la que he narrado hoy.