¡Se acabó! ¡Vamos a por el siguiente!
Hoy toca, cómo no, hacer balance del año que terminamos. O por simplificar, intentar recordar aquellos eventos que han calado en nuestra memoria, de entre los miles de impactos que recibimos a diario.
Parece que, uno tras otro, los avatares de color gris tirando a negro no quieren dejarnos tranquilos. Podríamos decir que desde 2008 que comenzó la crisis financiera no hemos tenido un solo año de tranquilidad, pues cuando estábamos levantando la cabeza y apuntalando la economía mundial vino el Covid-19 para darnos un baño de humildad y recordarnos qué es lo esencial en la vida.
Y por segunda vez, cuando ya teníamos, aparentemente, la batalla ganada al virus, apareció otro, esta vez con dos piernas y dos brazos, que decidió embarcar al mundo entero en una guerra, aunque parezca que solo algunos son los que luchan. Porque en realidad hay millones y millones de héroes sin capa que están luchando para poder pagar la factura de la electricidad y la calefacción, así como hay otros que luchan por no poder ya pagarlas.
Pues bien, como siempre hay que buscar el lado positivo de todo lo que nos pasa, a mí se me ocurre pensar que quizás en este año, igual que en los anteriores, hay un mensaje importante para todos nosotros: “Que volvamos a recuperar la humildad, los principios y los valores perdidos. Que vivamos la vida un poco más despacio, disfrutando de los pequeños detalles. Que la riqueza material no lo es todo, muy al contrario, no es casi nada si no la acompañan otras muchas cosas en el interior de las personas”. Bien conocida es la frase “es tan pobre tan pobre que solo tiene dinero”.
El diccionario Collins ha elegido nueva palabra del año “Permacrisis”, definiéndola como un largo periodo de inestabilidad e inseguridad, especialmente resultante de una serie de eventos catastróficos.
No tengo duda de que, salvando las malditas guerras en las que tantos inocentes pierden sus vidas, nos viene bien vivir en un estado de cierta inestabilidad e inseguridad. Que recordemos cada noche al acostarnos que mañana todo puede cambiar, a mejor o a peor, que tenemos que seguir esforzándonos para luchar por lo que queremos. Que nada es seguro de por vida. Que grandes fortunas han caído de la noche a la mañana. Y eso nos hará más humildes y a la vez más grandes como personas.
Mi deseo para 2023 es que profundicemos más en el valor de las personas, que entendamos que las tecnologías no nos pueden superar, porque son personas las que las hacen, que cuatro “tarados” repartidos por el mundo no pueden acabar con miles de millones de seres humanos movidos por su soberbia y sus vanidades individuales, que la tolerancia y el respeto a las ideas de nuestro vecino sean el núcleo de nuestra convivencia. Y que como dijo sabiamente la Madre Teresa de Calcuta “La paz empieza con una sonrisa”.
Muy feliz y próspero Año 2023, que venga repleto de ilusiones y sueños cumplidos.